La mañana de sábado esta fría y ventosa -asunto meteorológico extraño, el calendario marca veintidós de Octubre-. Un poco más tarde que de costumbre y algo golpeado, consecuencia de la trasnochada de ayer, muevo rumbo a El Argentino. En algún momento que no puedo precisar con exactitud -dos o tres meses atrás- se instalo en mi una convicción : El olor de las viejas mesas de madera y los tangos que flotan en el aire, me ayudarían a recordar vivencias de mi infancia y adolescencia.
Traspaso la puerta pintada de rojo, ¿amuleto contra la envidia? , y saludando relojeo rápidamente el ambiente.
Mi mesita mistonga , la de siempre, la que esta pegadita a la vidriera desde donde veo la cúpula de la capilla de Nuestra Señora del Huerto, esta mañana está ocupada por un cuarentón largo, pinta de gilum aporteñado, vestido apendejadamente, y a juzgar por el marquerio de la ropa que lleva y el BMW estacionado en la puerta, con billetera importante . Se ve desde lejos que pretende lucirse con La Señorita de Turno, haciendo gala de ser un gran descubridor de tesoros tangueros escondidos en la Perla de Mar del Plata. La verdad es que desentona un poco con el lugar. Que le voy a hacer – pienso- Me jodo por llegar tarde.
En la mesa del recuerdo, hoy ampliada, hay un artista joven –seguramente músico-, acompañado por su hijo o sobrino y además está sentada también la periodista de espectáculos del diario local. En la otra mesa grande que da sobre España también hay varios clientes que no he visto en otras mañanas de sábado. El “Facha” Facundo hoy no vino a desayunar. Y a pesar del viento, hay dos amigos tomando cerveza en la mesita de la vereda
En la única mesa libre que puedo conseguir, el Polaco me canta al oído, Diego me custodia como un granadero y el tordo Leloir con el delantal roto y su pobreza de laboratorio, me da la espalda pensando en vaya a saber qué cosa de los nucleótidos de azúcar. Le pido a Agostina -la encargada de la mañana-, un café doble apenas cortado con leche fría y dos medialunas saladas. Me acomodo, desparramo la carpeta y los papeles sobre la mesa.
El gilum aporteñado, okupa de mi mesa, sale a buscar algo al BMW. Vuelve enseguida con un paquetito envuelto para regalo que le entrega a La Señorita de Turno, al tiempo que le dice algo al oído, provocando su alegría explicita.
El artista joven empieza a repartir, a pedido, fotos de él. Algunos le piden que las autografié y al darme cuenta, por sus gestos inequívocos, que no tiene lapicera le acerco la mía, ya que por ahora no la uso. Agradecido el joven me ofrece una foto firmada, a modo de trueque, lo cual declino amablemente.
Me llama la atención que esta mañana El argentino rebosa de movimiento, tanto que ni puedo escuchar el tango de fondo que suena bajito ¿ansiedad o emoción previa a las elecciones? Quizás, No lo sé. Tengo la sensación de que las voces están más altas que otros sábados, o ¿seré yo?. Ante lo inevitable me pongo a mirar los retratos que, en un desborde de argentinidad tapan prácticamente toda la pared principal del bar. La mezcla increíble de personas y personajes poblando ese pedazo del bar es una radiografía casi perfecta de la composición genética del ser nacional : Hay de todo y para todos : desde Actores, Políticos y Ex Presidentes a Combatientes Revolucionarios, Cómicos y Escritores , hasta un mapa de las Islas Malvinas , todos mezclados compartiendo el mismo lugar y espacio de tiempo . Antinomias y Acuerdos. Héroes y Miserables. Es bastante loco, igual que nosotros y tiene mucha lógica. “igual que en la vidriera irrespetuosa de los cambalaches” canta desde la foto Discepolin.
Levanto la vista para ver por la vidriera que da a la calle Ayacucho, y me choco con mi propia imagen reflejada en el espejo ovalado que está justo enfrente mío y a la altura de mis ojos. Un poco más arriba y a la izquierda del espejo (que, de la manera en que estoy sentado es mi derecha ) está la foto de Cortázar , fumando un pucho. Está de perfil hacia su izquierda -como corresponde a Cortázar- y de espaldas a mi reflejo “espejado”. La imagen me resulta simpática, me hago la ilusión que mi retrato también esta en la pared de la fama argentina, aunque Cortázar dándome la espalda parece que me dijera “pibe cuanto te falta”…
La voz aguda de Agostina sobresaliendo sobre las demás, avisando que a la noche está cerrado por “elecciones” me rescata de mis pensamientos trayéndome. Dejo pasar el tiempo mansamente esperando que en el Bar se vaya calmando el ambiente y los decibeles bajen para poder concentrarme un poco.
Recuerdo que la noche anterior estuve aquí mismo , disfrutando de candombes, canciones de ésta y de la otra orilla, y algunos tangos,(interpretados por el Pato y el dúo de compañeros de equipo de manera excelente) y entonces descubro que el hecho de estar con una mediatez de a lo sumo diez horas de diferencia, -entre la noche y la mañana-, en el mismo lugar, pero tan diferentes uno del otro me provoca una sensación rara. Es un Deja Vú incompleto, como estar en una película con el mismo decorado pero filmada por dos directores diferentes. El lugar parece igual pero no es igual. El director es el mismo, se nota en la mano, pero no es la misma película, ni los actores ni la trama. Es extraño… la magia de El Argentino parecería que está durmiendo la mona , pero sin dudas aún está presente , reposando en un rincón o detrás de algún retrato, para despertarse cuando cae el sol, igual que –para hacerle honor al dueño- los vampiros. Hago un ejercicio mental y juego como cuando era chico a descubrir las siete diferencias: Acá van
–La media luz cálida y confidente en la noche, mérito de las lamparitas amarillas, deja lugar a la luz del sol a pleno.
–El calor de la gente, amontonada y con espacios limitados se libera en un ir y venir de habitués con puertas y ventanas abiertas al aire fresco de la mañana.
–El perfume nocturno de gata en celo y cazador furtivo, se convierte en olor a café y medias lunas calientes.
–La relación 8 a 2 hombre-mujer por la mañana, trueca a la noche en un 4 a 6 chabon-percanta, para fortuna y alegría de los cazadores nocturnos.
–El silencio respetuoso hacia los músicos y su arte de la noche se reemplaza por el ruido de diarios al hojear, chistes , charlas amenas, y las sillas que se mueven casi permanentemente.
–De día : El barrio es Barrio, pero a la noche es estampa de Tango.
–La voz grave y radioteatral de Robles sube su escala tonal hasta convertirse en la aguda de Agostina, o viceversa.
Lo único que permanece igual, flotando por encima de todo y de todos, es El Tango; siempre el Tango , de día o de noche, excelentemente cantado, tocado, acariciado, sentido, admirado, mimado por hombres y mujeres.
Todo esto me lleva indefectiblemente a preguntarme ¿En qué momento El Argentino se metamorfea y pasa de ser el café pintoresco, mistongo y coloquial del barrio La Perla , al Bar canyengue y compadrito? Estoy seguro que es a esa hora donde el hielo se amalgamó con el whisky, la cerveza se entibió y los gatos negros se fueron a dormir. Sí , debe ser así porque recuerdo un jueves que, cerca de las cinco de la mañana y en busca de un café salvador, pasé por la puerta y el bar ya estaba cerrado, no había absolutamente nadie en la calle, ni autos estacionados, las persianas de El Argentino estaba a medio bajar, pero juraría que se veía el reflejo de un velador prendido al fondo, y si se hacia el esfuerzo, pegando muy bien la oreja a la cortina metálica, se escuchaba un tango: de a ratos cantado, de a ratos silbado, bajito y querendón, también algún ruido de copas al chocar pero nada más. No le di mucha bola y vencido por el cansancio me fui a prepararme unos mates y a dormir.
El aporteñado con ropa de pendejo, se vá con su mano en la cintura de la señorita de turno, ambos se suben al BMW y salen con rumbo desconocido (por lo menos para mí, seguramente él sabe muy bien adónde va)
La mesa del recuerdo empieza a desarmarse, y los muchachos se despiden hasta el sábado que viene.
Miro el reloj y ya es bastante más allá del mediodía, el murmullo baja de volumen, y se puede, ahora sí, escuchar clarito el bandoneón de Pichuco, el bar empieza a vaciarse un poco porque la gente se va a almorzar.
Y es lo que también voy a hacer yo .
10/2011
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