Oscar R. Ruiz

(en algún lugar tengo que poner y mostrar lo que escribo. Hasta ahora, no encontré uno mejor que éste)

El blog de Oscar Ruiz

13/7/13

El Relato del mes : JULIO

El frio de Julio se llevó los  superheroes y los músicos  en ciudades lejanas. En cambio me dejo solo una historia pequeña, quizás mucho más  común de lo que uno cree. Un poco oscura eso si, pero solo porque ocurre de noche, donde todos los gatos son pardos y la magia es mas fácil que ocurra... Se las comparto.




Las palabras mágicas
                    
Llegó a la whiskería a eso de las once, once y cuarto a más tardar, como lo viene haciendo casi todos los días desde hace dos meses.  Se peinó con la mano el pelo canoso y ralo;  se acomodó la camisa arrugada dentro del pantalón y se aflojó la corbata.
Entonces la buscó entre las luces de colores: rojo en el neón, amarillo en los veladores de pantallas mugrientas y  luz negra en la barra. Hay menos humo que otros días, de manera que no le costó encontrarla con la vista. Sentada con un cliente en uno de los sillones del fondo.
Le da la espalda y se acodá en  la barra. Pide un Criadores. Paga. Espera pacientemente a que ella se le acerque. Mientras tanto saborea el whisky.
Está seguro que muy pronto dejará al tipo con el que esta. Tiene pinta de amarrete.
Nadie como él para dejar propinas generosas o pagar copas. Ella sabe. El sabe. Ninguna de las otras mujeres del bar se le arrima. No pierden el tiempo, todas saben a quien busca, a quien espera.
Al rato nomás, ella le da un beso en la mejilla al tipo y se levanta del sillón.
Camina los pocos metros que la separan de la barra, donde él está. Camina despacio, tratando que sus experimentados diecisiete años luzcan lo más sensual posible.
El sigue de espaldas, no la ve, no se mueve, sin embargo sabe que ella viene acercándose, pantera sigilosa,  la olfatea, la percibe. La siente como todas las noches.
Al fin llega a la barra. A su lado. Le apoya una mano fría en la nuca, en una caricia forzada, y le susurra al oído: Hola…, papito. Hoy tenés algo para mí.   Mientras con la otra mano le acaricia la entrepierna.  
Son las palabras mágicas que lo hacen sentir  poderoso. Deseado. Viril. Erecto.  
Ahora sí. Apura el whisky, le deja los cien pesos  entre los pechos pequeños y se va.
Hasta mañana.