Al
fin llegó el día esperado. Temprano, lo primero que hizo fue correrse hasta la
casa del vecino de enfrente —el más
confiable de toda la cuadra—. Le dejó una copia de la llave de su casa, la clave de seguridad de la alarma y le encargó
“ Cachito, pegame una mirada, prendeme la
luz del frente y alguna otra , así parece que hay gente viviendo” . Después se fue hasta lo de su tía, esta vez, con la copia de la llave y la clave de
seguridad, le dijo : “Tía, andate a la mañana a casa, levantate las cortinas y apagá las luces”. A la señora
que limpia, le pidió que de todas formas, aunque ellos no estén, dos veces por
semana baldee la vereda y haga algo de movimiento por afuera, siempre para que
los potenciales ladrones piensen que la casa está habitada. Después de almorzar, avisó a la central que
monitorea la alarma, que estaría ausente por una semana, y les dejó el
número telefónico de un amigo de su confianza
—por cualquier cosa que pasara—. Metió el auto en el garaje y cargó las valijas
y bolsos. Por supuesto para que los vecinos o los extraños, no vieran el
movimiento y se dieran cuenta que se estaban yendo de viaje. Después las llevó
hasta lo de su suegra, donde las dejó para volver a su casa, ya mucho más
tranquilo. Antes de salir verificó por
última vez que las ventanas, la llave de
gas y la reja del fondo, estuvieran bien cerradas, se metió los dólares para el
viaje en el bolsillito con cierre —que
su mujer le había cosido al calzoncillo— tomó los pasajes, el pasaporte y ahora sí, al fin, llamó al remís. Le indicó al remisero la
dirección de la casa de su suegra, y hacia allá fueron los tres: él, su mujer y su hija. Retiraron las valijas
que había dejado por la mañana y siguieron hasta la terminal de Tienda León para
tomar el micro que los llevaría a esas tan ansiadas vacaciones de una semana
“All Inclusive” en el Caribe.
A
las ocho horas, en Ezeiza, tomó una foto con su Blackberry y la
subió a su muro de Facebook. En ella estaban todos muy sonrientes. Debajo
en el epígrafe decía “En el pre-embarque”. Muchos de sus cuatrocientos cincuenta y ocho “amigos”, cliquearon “Me gusta”, seis o siete preguntaron dónde se iba de viaje, todos les desearon
felices vacaciones. Los ladrones no
pusieron nada, solamente tomaron debida nota
de la situación.