EL TRATADO DE HUMBERTO
HALABI
El
modesto cartel pegado a la puerta de la biblioteca barrial, sobre la avenida Jara —hoja A4 escrita en
computadora, letra Arial 72— dice solemnemente
: “Hoy 16 Hs. - El Tratado de Humberto Halabi. - Su obra maestra.- Conferencia a cargo de Oscar Ruiz”.
Reconozco
que despertó mi curiosidad de escritor. Jamás había oído hablar, en las
reuniones literarias a las que asisto, de un tal Humberto Halabi, y mucho menos
de Oscar Ruiz. Su obra me resulta desconocida, y eso, en un escritor que se
jacta de haber leído a casi todos los autores latinoamericanos publicados en
los últimos diez años es casi imperdonable.
Cuatro y diez. Tengo tiempo, mi cita es a las siete. Entré.
Salón modesto, no más de veinte o
treinta sillas dispuestas en filas de a cinco, con un escritorio al frente. Me siento en el fondo, sobre el pasillo, por
si el aburrimiento me obliga a irme rápido. Detrás del escritorio, dos hombres sentados. El que habla, está haciendo las
presentaciones del caso. Calvo, sesenta
o sesenta y cinco años, lentes de aumento bastante considerables, un
saco que huele a naftalina y juega permanentemente con una lapicera entre sus
dedos. El otro —el tal Oscar Ruiz— tendrá alrededor de cincuenta y tres ó
cincuenta y cinco años, morocho, barba
canosa tipo candado y regordete. Me llama la atención —para su edad— la falta de canas y el peinado engominado,
totalmente obsoleto en esta época. Agradeció
las palabras del primero y comenzó la
charla :
Buenas
tardes. Humberto Halabi abrazó las letras desde pequeño. No tenía aún veintiún
años y ya contaba en su haber con una extensa lista de
composiciones literarias, que abarcaban prácticamente todos los géneros. Había
escrito poesía dramática, comedia, tragedia, lírica, hasta un sainete y una
oda. Utilizó las formas de sonetos, romances y coplas. Escribió en prosa, libre
o pentasílábica. Cuentos y narraciones, ensayos metafísicos, notas de interés y
artículos filosóficos sobre cuestiones existenciales para
el mensuario del club de barrio.
Publicó, con otros
escritores, un par de antologías de
mixtura extraña, en lo que fue su mayor logro hasta ese momento. También y a
pedido de los comerciantes de la cuadra
escribía los textos para la publicidad
de los negocios con una prosa florida y en rima que a las vecinas les
encantaba.
El
lunes de su cumpleaños número veintiuno — 20 de Mayo— sentado en el banco de la plaza Peralta Ramos
—su barrio de siempre— Humberto Halabi
cayó en la cuenta, que tenía una gran
materia pendiente. Jamás había escrito
una sola línea, referida a lo más
importante y trascendente que ocurre en la vida de una persona, y el solo hecho
de tomar razón de esa falencia despertó
en él la imperiosa necesidad de subsanarla.
“¡Es hora de empezar a escribir
sobre la muerte! ¡Qué mejor momento para escribir sobre la parca que cuando uno
está lleno de vida! Mejor conocerla y
fraternizar con ella. Tratar de caerle simpático antes de que venga a
visitarme. Uno nunca sabe” . Razonó con
lógica impecable Humberto.
Como hombre de acción, entusiasta , esa tarde se abocó a la tarea que él mismo se
había encomendado. Invirtió en un
cuaderno, para dedicarlo exclusivamente a su nueva obra literaria. Comenzó a esperar la inspiración y al ver que
ésta se demoraba, empezó a confeccionar la ficha y escribir las
primeras notas de lo que sería su relato sobre la muerte. Era un escritor muy
profesional con método y
estructura. A partir de ese momento
buscó, recabó y leyó todo lo que encontraba a su paso sobre la temática que iba
a abordar. De esta etapa de su vida
literaria proviene la influencia —innegable— que en él ejercieron los libros y
la manera de escribir del polígrafo
árabe Manuel Mandeb.
A
medida que avanzaba el proceso de creación de su —,hasta ese
momento— historia narrativa, se fue
consolidando en él la idea de realizar una obra magnífica y que lo trascendiera
. Decidió entonces que en lugar de un
simple cuento que hablara de la parca, escribiría un tratado donde consideraría absolutamente todos los aspectos de la muerte. No sólo eso. Se propuso además que
sería el mejor tratado jamás escrito en toda la existencia de la humanidad.
Eligió, por considerarlo simple y contundente, el título : “Manual de la muerte”. En ese momento y debido a su juventud no se
preocupaba por las cuestiones menores como la edición, impresión, publicación,
comercialización y algunos aspectos
legales. Cuestiones que consideró
superfluas.
Dividió
su obra en tomos, y éstos a su vez
en capítulos acorde a la temática y enfoque que correspondía . Al momento de su desaparición sabemos
fehacientemente que había escrito ocho tomos totalmente terminados y el noveno
estaba en proceso de elaboración.
De
más está decir que semejante obra ciclópea, no encontró editor dispuesto a
publicarla completa. Pocas personas han tenido el privilegio de conocer este
tratado en toda su extensión y magnitud.
Después de una intensa y trabajosa búsqueda contactando vecinos y
familiares pude acceder a ella, en forma parcial, es cierto, pero suficiente
para que el mundo pudiera conocer la valía de su trabajo. Debo comentar que Humberto Halabi, usaba
sólo su cuaderno y su lapicera, luego tipeaba el mismo sus hojas con su Lexicón 80. Se resistía
empecinadamente a utilizar cualquier medio de almacenamiento o soporte
informático para sus escritos, a
pesar que para los últimos años de su existencia, ya se
habían desarrollado y generalizado.
—¿Y
la obra?. Lo interrumpió a viva voz, una señora mayor, petisita y canosa, con aire galicio,
sentada en la fila 4 junto a dos mujeres un poco mayores que ella. Las
tres muy arregladitas para la ocasión.
Allí voy, dijo Ruiz (aprovechando la pausa para
beber un sorbo de agua). Sin demora, comentaré los ítems más relevantes
del tratado escrito por Halabi durante
casi sesenta y seis años de su vida.
Del
Tomo I del Tratado, titulado “Las diferentes maneras de morir”, sólo se
imprimieron dos ejemplares. Se supone que fue por donde Halabi comenzó su titánica obra. La calidad
literaria del mismo es un poco inferior al resto de la obra. Alcanzó a
enumerar dos mil doscientos cuarenta y
ocho formas diferentes de morir, con una explicación somera de cada una.
Averiguaciones posteriores me permitieron confirmar que al llegar a este
número, Humberto se dio por satisfecho y
comenzó lo que, al tiempo se convertiría
en el tercer tomo. En 1970 confesó a su
más entrañable amigo, D. Olina que había descubierto doce maneras nuevas,
que nunca escribió en el Tratado
—Humberto no corregía ni modificaba sus obras. Nunca—. En 1976, urgido
por aspectos económicos menores, —debía comer y pagar la factura de gas—,
vendió a una productora de televisión norteamericana los derechos. La productora
realizó una serie de programas algo bizarros, titulados “Las 1.000 maneras de
morir” de escaso éxito. Con el dinero del anticipo cobrado Halabi imprimió los dos ejemplares del tomo.
El
segundo Tomo, titulado “El tratamiento de la muerte a través de la
historia y en las diversas culturas” es
uno de los más extensos. En él Humberto
Halabi se explaya sobre el trato que se lé dispensó a la muerte tanto en los
distintos periodos históricos como en
las diferentes culturas. Dividió el tomo en capítulos dedicados a las edades -
Prehistoria, Media, etc. – y a las culturas – Precolombinas, Orientales, etc. y
éstas a su vez subdivididas por continente.
Se destaca, por sobre los demás, el capítulo dedicado al tratamiento de la muerte
en el futuro, uno de los más creativos y anticipatorios de toda la obra. Este magnífico tomo, —detalle importante de
mencionar— , se logró imprimir gracias
a colaboración de vecinos, amigos y comerciantes del barrio que
rifaron en Diciembre de 1990, un
lechón asado y una canasta navideña . Con el producido de dicha rifa,
solventaron el costo de la imprenta.
El
tercer tomo, sin duda el más importante de toda la obra, está dedicado a la
artes, y precisamente lo tituló “ La muerte en las artes” En él,
Humberto Halabi desarrolla en extenso el tratamiento de la parca, a
través de diversas expresiones artísticas,
como la Pintura, la Literatura, la Música, pasando por el Cine, el
Teatro y hasta el Relato Deportivo, actividad que Humberto sin lugar a dudas
consideraba un arte. Destaco especialmente, los textos dedicados al cineasta Enrique Argenti y su particular
manera de representar a la muerte; la
famosa Exposición de Olores que el pintor Lucio Cantini realizó en 1965 donde logró identificar y reproducir
exactamente el olor a la muerte; el magnífico Héctor Bandarelli, quien en
noviembre del año 2001, relató por radio su propia muerte mientras transmitía
la final de Kimberley – Cadetes de San Martín
y por supuesto la poesía de Jorge Allen referente indudable sobre estos
tópicos, junto a los hombres sensibles
de Flores. Este tercer tomo,
completo y original, tipeado en la Lexicon 80, estaba en poder del Sr.
D. Olina, quien lo facilitó para que saliera a la luz y se hiciera justicia con la obra de quien
fuera su entrañable amigo.
Por
último tenemos al Tomo IV “ Esoterismo y
simbología”. Conociendo la fascinación
que Humberto tenía por las ciencias
ocultas, es comprensible la creación de todo un tomo sobre esta temática. Algunos puntos tratados en forma sublime son:
Simbología - ¿Existe algo después de la muerte? - La figura de Caronte en la
divina comedia del Dante - Los chamanes
y los brujos de Chiclana: sus potajes
mágicos - La manzana como vehículo de embrujamiento fatal: El caso de la
Bella durmiente, - Los velorios, la epilepsia, y otros mitos urbanos - Las
cartas del tarot, y otros procesos
adivinatorios . Este tramo del “Manual
de la muerte” fue el más difícil y
trabajoso de reconstruir , sin dudas, y
no precisamente por su carácter oscurantista.
Se debió a que, hubo que recuperar los textos originales que se
encontraban en poder de allegados,
familiares, amigos y afectos de Humberto, hasta poder armar nuevamente los
capítulos . Parece ser que —hombre
aferrado a las cuestiones sociales impuestas—
no podía presentarse en algún acontecimiento al cual lo hubiesen
invitado, cena, cumpleaños, fiestas navideñas, aniversarios, o velorios , sin
llevar un presente, una atención o un regalo.
Dada su magra situación económica que no le permitía ningún tipo de
exceso , optó sencillamente por regalar a sus anfitriones ocasionales los
originales escritos con la Lexicon 80.
Los
tomos cinco a ocho y el noveno en proceso no los pude hallar,
aunque continúo con el esfuerzo por
encontrarlos. Todos los indicios hacen
suponer que todos o gran parte de ellos han sido destinados a alimentar la
salamandra, única forma de calefacción de que disponía Humberto ante los crudos
inviernos que debió soportar en sus últimos años.
Cuentan los vecinos del barrio de Estación
Norte que una mañana, transcurridos ya del nacimiento de Humberto Halabi 86 años, 148 días, 9 horas y 10 minutos
tocaron a la puerta de su modesta casa.
Después de saludarlo, el visitante lo
invitó cordialmente a mostrarle todo lo
que desconocía para poder terminar su manual.
Humberto tomó su abrigo marrón espigado y se fue con él.
Muchas
Gracias y buenas tardes