II. El segundo día: La fundación de Silverville
El
segundo día en Silverville me encontró realizando varias caminatas por el pueblo. Decidí
por una cuestión de economía de tiempo ― en ese momento no tenía ni remotamente pensado quedarme un total
de doce días en el pueblo ― recorrer de
punta a punta la calle diagonal que
cruza todo el poblado.
Ese
día pude constatar que la misma calle ― como
en tantas otras ciudades ― se denomina de
dos maneras diferentes: Desde el extremo Norte hasta la Alcandía se llama Diagonal
Mayor, y desde la Alcaldía hasta el extremo Sur del pueblo el más coherente nombre de Diagonal Única.
Mi
paseo me permitió conocer y entablar conversaciones con varios de los lugareños
para saber más de sus costumbres y sus creencias, en definitiva como es su vida
en este pueblo.
Una
de las conversaciones interesantes que tuve fue con el matrimonio de don Rolando
Achával y su señora doña Elsa Contreras, sobre el nombre del pueblo y
sus orígenes.
A
pesar de lo que a primera vista pueda parecer o creerse, el nombre del pueblo no deriva de la cultura
anglosajona y ni es algún analogismo de
la palabra plata, Pues no. Nada más alejado de la realidad. Silverville debe su nombre, como tantos
pueblos de nuestro país, y seguramente del mundo, al apellido de su
fundador Don Juan Carlos SIlverado Otuño
de María, tercer heredero soltero de la
casa de los Bourbon, hijo bastardo pero reconocido fruto de la relación entre don SIlverado Otuño de María, segundo heredero
de la casa de Bourbon con una moza mulatona de la ciudad de Santiago, capital de la
República de Chile.
Y
la relación en cuestión fue con una dama que vivía en la capital de Chile, porque
don SIlverado Otuño de María, tercer
heredero soltero de la casa de los Bourbon era de nacionalidad
chilena y en una expedición en busca de
tierras para ampliar el poderío económico de su “casa” se vio obligado a hacer un alto debido a las
inclemencias del tiempo, y allí donde se detuvo, en ese preciso lugar fue donde
fundó la ciudad.
El
hombre en su travesía evidentemente cruzo la cordillera de los Andes y se
adentró en suelo argentino, creo yo qué sin
darse cuenta y debido a la carencia de GPS. Salvo que haya sido una avanzada,
uno de los tantos intentos, una muestra más de los intereses colonialistas de nuestro
vecinos por adueñarse de nuestra tan amada Patagonia, que tantos hombres y mujeres
de bien dio a nuestra patria. Por suerte la cosa de la apropiación no prospero,
y el pueblo quedo fundado en suelo Argentino. Se imaginan a Roca persiguiendo y
matando aborígenes chilenos. Seguramente hubiera desencadenado una guerra entre vecinos.
Y
teniendo en cuenta entonces que Silverville es un pueblo argentino fundado por un chileno, descendiente de españoles
es razonable que tenga algunas características propias, una impronta y una particular
relación de los pobladores de
Silverville con el país andino, vecino al nuestro.
Todos
sus habitantes, a pesar de tener la nacionalidad argentina, se sienten argentinos
y dan loas al asado, Maradona y el dulce de leche. Tienen algunas costumbres
extranjeras, más específicamente chilenas. A Papa Noel le dicen viejito pascuero
por ejemplo y a sus mujeres en lugar de
decirle “La Patrona” como haría cualquier argentino que se precie, le dicen la polola
Y si se van de fiesta se van a carretear. Pero bueno, son costumbres nomas.
Dicen
los habitantes que don Juan Carlos SIlverado, cuando fundó el pueblo lo primero
que hizo fue marcar el mapa del futuro caserío
y levantar su vivienda, la que poco tiempo después sería la Alcaldía. Su primer
acto de gobierno después de la fundación fue nombrar a su lugarteniente Don Eusebio
R. Etchegaray como Real recaudador de gabelas y contribuciones y al capitán don Ruperto G. Moreno. Le otorgo el cargo de Real
controlador máximo. También me contaron los lugareños que en momento don Juan Carlos SIlverado Otuño de María,
tercer heredero soltero de la casa de
los Bourbon dijo su frase más célebre y terrible , la única que los silvervilleaínos nunca olvidan, la frase que los marcó y que se transmite de generación en generación
convirtiéndose casi en un mantra: “Primero me salvo yo. Los demás que se caguen”
Quizás por eso, en un gesto inmortalizado en piedra, su estatua en el medio de la
diagonal mayor está haciendo el típico corte de mangas.
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