Oscar R. Ruiz

(en algún lugar tengo que poner y mostrar lo que escribo. Hasta ahora, no encontré uno mejor que éste)

El blog de Oscar Ruiz

15/10/13

El relato del mes : OCTUBRE


Desde chico  que vengo escuchando algo así como una verdad absoluta que dice que  " A los japoneses les fascina el Tango"  o " Los japoneses son tan tangueros como nosotros"  y nunca lo cuestioné , ni me pregunte por que razón era así  Hasta ahora,  bueno quizás la explicación sea esta .  Hasta el mes que viene   




SHIBUI

“Esta mina  me tiene las bolas al plato con el parloteo. Desde que se subió al auto no para, dale que dale. No afloja. Es insoportable. Subí  la radio Gordo, avívate  subí  la radio, que te salvas”
―Entonces yo le dije: Apúrate Jorge, que nos perdemos la película pero él como si nada, se tomó todo el tiempo  del mundo para …
—Perdón señora, un minuto que quiero escuchar esta noticia.  —La interrumpo.
La voz monótona del  locutor me alivia el oído y por un rato no escucho a la mujer cotorra.
El  mediodía esta pesado, el calor de enero aprieta y el puerto está lleno de turistas, que andan paisajeando por todos lados.
—Acá nomas chofer, déjeme donde está el supermercado chino, nomas. --La mujer cotorra, al fin paga y se baja, por suerte.
Estoy guardando la plata, cuando, desde el supermercado, al lado de un montón de cajones vacios de cerveza, un chino petiso y un poco raro,  me hace señas con la mano  para que  me corra.
Tiene razón, estoy en la zona de carga y descarga y hay un camión esperando detrás mío.  Bajo la ventanilla y le pego el grito.  
—¡Ya me corro, jefe!.
El chino me mira como si me conociera y grita   
—¿Goldo?  ¿Sos vos?   —mientras se acerca al auto abriendo los brazos de par en par. 
—¿Kenji?
—Si goldo querido, que haces acá en Mal del Plata  –me dice desde la vereda.
—¿Yo, que hago? Laburo de remisero como siempre, gano la misma miseria que antes pero acá se vive mejor, se respira mejor, pero el asunto no soy yo, la pregunta es: ¡Vós que haces acá, CapoPonja ?  —le digo bajándome del auto para darle un abrazo
—Y,  es una histolia lalga, ya salgo, si me haces el favol de llevalme hasta casa te cuento . Vivo para el lado del Hospital Legional. Con lo que pagan estos chinos  no me alcanza pala una mielda.
Dale, como no te voy a llevar. Te espero.
Kenji se mete en el supermercado y agarra un bolsito azul de un locker. Está mucho más avejentado que la última vez que estuvimos juntos. Debe hacer por lo menos seis o siete  años que no lo veo, ni tengo  noticias de él. Saluda a la cajera inclinando levemente la cabeza, y enfila para el auto. Se sienta adelante, a mi lado, como en los viejos tiempos
—¡Goldo querido!   —Me dice con una sonrisa de oreja a oreja, dándome otro  abrazo.
—¡Kenji, hermano!, ¡CapoPonja!. Tanto tiempo.  Pero contáme , contáme, que no me banco la ansiedad, hace un montón que te perdí el rastro. Cuando me fui de Buenos Aires quise despedirme de vos. Me corrí hasta las oficinas de la Sony, pero me dijeron que desde esa mañana no trabajabas más, que te habían despedido. Me fui hasta tu piso en Libertador y el portero me dijo que ya te habían desalojado. ¿qué paso? Si eras un bacán Kenji. ¿Cómo aterrizaste acá en Mar del Plata?, ¿Te viniste cuando te rajarón de la Sony? ¿Qué haces laburando en un supermercado chino del puerto? ¡Si vos sos un genio Capo-ponja!.
—Espela Goldo, tenéme un poco de paciencia que ya te cuento… ¿nos comemos un cholipan de paso?
—Dale. ¿En el Sochori de dorapa?
—Dale goldo.
Encaré por la avenida Juan B. Justo con  rumbo al estadio mundialista. Sin duda, si conoce al Sochori de Dorapa,  Kenji hacia bastante tiempo que vive en Mar del Plata ¡Y nunca nos cruzamos! Qué cosa de locos.
El primer choripán tardo más en llegar a nuestras manos, que desaparecer en nuestras bocas. Con el segundo y ya más tranquilo, lo apuro a que me cuente y Kenji , ahora sí, ni lerdo ni perezoso, arranca con sus desventuras
—Viste goldo, yo venía muy desbalancado, y en la Sony no se joloba mucho, un pal de macanas y chau. Tenía la cabeza en otro lado, y vos lo sabés porque eras mi chofel y me llevabas a todos lados. Gracias a vos conocí la noche de Buenos Ailes, Caminito, El viejo Almacén, todas esos lugales  que me contaba mi viejo allá en Nagasaki, ¡Qué te voy a contal a vos!, que me paseaste por todos los cabalutes. Si fuiste vos el que me llevó  al “Última Culda” donde tlabajaba Glisel. ¡Mi glisel!.
—El Cabaret de Graciela querrás decir. …
―Glisel, Goldo, Glisel, vos sabés bien que pala mí siemple fue y sela Glisel, ¿Estamos? Sigo y no me intelumpas: Asi que todas la noches telminaba en el cabalet, de Glisel, donde vos me dejabas. Yo seguía la joda con ella, espelaba a que telminala el tulno y nos íbamos a su depaltamentito en la calle Colientes , y después la seguía con whisky, faso, algún estimulante para podel aguantal, que Viagla, que melca. Bueno la lógica…
--Si, no me digas nada, empezaste a estar cada vez menos en la oficina y más con Grisel. Pero capo-ponja,  si vos sos un tipo súper inteligente y te la bancabas bárbaro, apenas tenías veinticuatro pirulos.
―Si Goldo, me la bancaba, y la piloteaba bálbalo, hasta el corralito de Cavallo  Agarro a la Sony y le encanuto un plazo fijo de un tocazo de  dólales ¿Y a que no sabés, Goldo,  quien había dado la olden de hacel el plazo fijo? Sí adivinaste,  había sido yo. Así que, esa no me la perdonalón  Afuela. Caput, Bye Bye. Sayonara, Decí que pol suelte tenía algunos papeles un poco complometedoles y conseguí una buena indemnización. Alquilé un depaltamentito y me la llevé a la Grisel a vivil conmigo.
—A Graciela querrás decir
—No goldo. No jodas. Glisel.  — y para que no me quede duda me canta  -- “No te olvides de mi Glisel, Glisel”
Es inevitable no cagarme de risa ante el canto del japonés. Por la cara no le gusta mucho mi reacción. Me pongo serio, me la aguanto y le digo. 
—¡Pero Kenji!, no me cantes ahora que el chorizo me va a caer pesado. Aparte, yo siempre te dije que esa mina no te convenía. Que te iba a fumar en pipa.
—Goldo, el amol no se fija en liesgos, y vos sabés que yo estaba metejoneado a más no podel. Hasta el cogote, como dicen ustedes.
―Si lo sé, pero yo te avisé. Seguro que te cagó.  –le digo mientras le lleno el vaso con el borgoña.
—Bueno, cagal, lo que se dice cagal,  más o menos, con la plata que tenía tilamos unos cuantos meses, y no la pasamos tan mal. Glisel seguía labulando en el cabalet y yo después de unas semanas salí a buscar labulo, pero la cosa estaba muy complicada y mis lefelencias no me ayudaban. Estaba todo el día en casa y se me empezó a quemal la cabeza. Vos sabés mi historia, goldo, mi viejo fue uno de los pocos que sobrevivió a la bomba de Nagasaki, y yo, su hijo Kenji Tanaka, no podía estar todo el día metido en el departamentito sin hacer nada.
―Y no, Capo-ponja, vos no sos un tipo para eso.
―Pala cafishio no selvía, porque pala eso, no tenés que quelel a la mina Goldo, y yo a mi Glisel la quelía con locula. Entonces talde o templano, se dio lo que se tenía que dal: no me empecé a bancal que Glisel, mi Glisel se acostala  con otros tipos,  aunque sea por tlabajo. Todos los días me quedaba en el cabalet hasta el ciele, y le espantaba los clientes. Le hacía escenas de celos, discutía con ella, con los tipos, con cualquiela. Al  final el dueño, una basula de tipo, una noche se paso de la laya, y le pegó, la dejó casi medio muelta, así que como colesponde a un homble cuando atacan a su mujel, me fui a casa,  agale el sable samulai  de mi familia y me lo llevé puesto de un solo golpe. Le colté la cabeza de una, de un solo tajo, a él y a uno de sus guardaespaldas.  Nos fuimos con mi Glisel un tiempo de Buenos Ailes, pero la guita se telminó, y el amol se acabó. Me telminó denunciando para zafal de que la acusen como cómplice  Decí que de mi época de la Sony me quedalon algunos buenos contactos, así que un amigo, buen abogado,  me defendió, tocó algunos contactos en la Colte y listo. El sable no lo encontralón jamás, lo había hecho guita  a un coleccionista y salió del país, y sin alma homicida, la cosa era favorable pala mí. Del lado del mafioso dueño del cabalet, no tenía problemas, nadie iba a decil nada, en ese ambiente el que hable la boca es un buchón, vos sabés Goldo. Así que no había muchas pluebas contra mí, sólo cilcunstanciales dijelon los jueces,  Zafé.
―¡Qué historia Kenji!
―Sí. Hasta en un momento pensé en hacelme el Hala Kili,pala lespetal a mi familia, es lo que mi padle  Akira hubiela hecho, pero se ve que ya hace mucho que vivo en Algentina y la tladición ya no es tan fuelte. Eso, la colectividad jamás me lo peldonó. No pueden aceptal que el hijo de Akira Tanaka, sobreviviente de  Nagasaki y de familia de samuláis, no hubiera cumplido su código de honor.
―¿Y entonces?
—Y nada, que quelés que hiciela Goldo, despleciado por la colectividad por no matalme, sin honol, sin plata, y sin Glisel. En Buenos Ailes ya no había mucho por hacel y me vine para aca, a Mal del Plata, a vel que conseguía.
—Ahí entraste a laburar con los Chinos.
—Sí, me costó un poco pero enganché, no son tan jodidos  y la voy llevando bastante bien. Hasta estoy lecupelando de a poco la colección de discos de Tangos que tuve que empeñal en la malaria. 
—Si me acuerdo, una colección de discos de tango que envidiaría más de un argentino Por algo vos, siempre fuiste un libro abierto sobre el tango, Kenji.
―Sí, es cielto, viene de familia, de mi padle, quizás su historia lo malco de alguna folma. El tango en casa fue fundamental. Mi padle decía que era nuestro “shibui”, que el tango es un “shibui canyengue”, y yo lo cleo totalmente
―Que el tango es un ¿qué ?
―Shibui goldo. Quiere decir: “La apariencia amarga de lo que es positivamente hermoso”. Eso, ni más ni menos.
―Mira vos, algo que es tan nuestro. Igual quién iba a pensarlo Kenji, vos  un bocho, capo de la Sony, descendiente de samuráis y sobrevivientes de la bomba.  Laburando en Mar del Plata, en un supermercado chino.
—Que vas a hacer, así es la vida., después de todo, estoy olgulloso. Como mis antepasados yo también soy un sobleviviente, y vivo mi Shibui. Algentina es una bomba A, pero la tilan todos los días.  
Pago y salimos hacia la avenida Juan B. Justo. Está nublado garua, tristeza, hasta el cielo se ha puesto a llorar.







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