Desde chico que vengo escuchando algo así como una verdad absoluta que dice que " A los japoneses les fascina el Tango" o " Los japoneses son tan tangueros como nosotros" y nunca lo cuestioné , ni me pregunte por que razón era así Hasta ahora, bueno quizás la explicación sea esta . Hasta el mes que viene
SHIBUI
“Esta mina me tiene las bolas al plato con el parloteo.
Desde que se subió al auto no para, dale que dale. No afloja. Es insoportable.
Subí la radio Gordo, avívate subí
la radio, que te salvas”
―Entonces yo le dije: Apúrate Jorge, que nos
perdemos la película pero él como si nada, se tomó todo el tiempo del mundo para …
—Perdón señora, un minuto que quiero escuchar
esta noticia. —La interrumpo.
La
voz monótona del locutor me alivia el
oído y por un rato no escucho a la mujer cotorra.
El
mediodía esta pesado, el calor de enero aprieta y el puerto está lleno
de turistas, que andan paisajeando por todos lados.
—Acá nomas chofer, déjeme donde está el
supermercado chino, nomas. --La mujer cotorra, al fin paga y se baja, por
suerte.
Estoy guardando la plata, cuando, desde el
supermercado, al lado de un montón de cajones vacios de cerveza, un chino
petiso y un poco raro, me hace señas con
la mano para que me corra.
Tiene razón, estoy en la zona de carga y
descarga y hay un camión esperando detrás mío.
Bajo la ventanilla y le pego el grito.
—¡Ya me corro, jefe!.
El chino me mira como si me conociera y
grita
—¿Goldo?
¿Sos vos? —mientras se acerca al
auto abriendo los brazos de par en par.
—¿Kenji?
—Si goldo querido, que haces acá en Mal del
Plata –me dice desde la vereda.
—¿Yo, que hago? Laburo de remisero como
siempre, gano la misma miseria que antes pero acá se vive mejor, se respira
mejor, pero el asunto no soy yo, la pregunta es: ¡Vós que haces acá, CapoPonja
? —le digo bajándome del auto para darle
un abrazo
—Y, es una histolia lalga, ya salgo, si me haces
el favol de llevalme hasta casa te cuento . Vivo para el lado del Hospital
Legional. Con lo que pagan estos chinos
no me alcanza pala una mielda.
—Dale, como no te voy
a llevar. Te espero.
Kenji se mete en el supermercado y agarra un
bolsito azul de un locker. Está mucho más avejentado que la última vez que
estuvimos juntos. Debe hacer por lo menos seis o siete años que no lo veo, ni tengo noticias de él. Saluda a la cajera inclinando
levemente la cabeza, y enfila para el auto. Se sienta adelante, a mi lado, como
en los viejos tiempos
—¡Goldo
querido! —Me dice con una sonrisa de
oreja a oreja, dándome otro abrazo.
—¡Kenji,
hermano!, ¡CapoPonja!. Tanto tiempo.
Pero contáme , contáme, que no me banco la ansiedad, hace un montón que
te perdí el rastro. Cuando me fui de Buenos Aires quise despedirme de vos. Me
corrí hasta las oficinas de la Sony, pero me dijeron que desde esa mañana no
trabajabas más, que te habían despedido. Me fui hasta tu piso en Libertador y
el portero me dijo que ya te habían desalojado. ¿qué paso? Si eras un bacán
Kenji. ¿Cómo aterrizaste acá en Mar del Plata?, ¿Te viniste cuando te rajarón
de la Sony? ¿Qué haces laburando en un supermercado chino del puerto? ¡Si vos
sos un genio Capo-ponja!.
—Espela Goldo, tenéme un poco de paciencia
que ya te cuento… ¿nos comemos un cholipan de paso?
—Dale.
¿En el Sochori de dorapa?
—Dale
goldo.
Encaré
por la avenida Juan B. Justo con rumbo
al estadio mundialista. Sin duda, si conoce al Sochori de Dorapa, Kenji hacia bastante tiempo que vive en Mar
del Plata ¡Y nunca nos cruzamos! Qué cosa de locos.
El
primer choripán tardo más en llegar a nuestras manos, que desaparecer en
nuestras bocas. Con el segundo y ya más tranquilo, lo apuro a que me cuente y
Kenji , ahora sí, ni lerdo ni perezoso, arranca con sus desventuras
—Viste goldo, yo venía muy desbalancado, y en
la Sony no se joloba mucho, un pal de macanas y chau. Tenía la cabeza en otro
lado, y vos lo sabés porque eras mi chofel y me llevabas a todos lados. Gracias
a vos conocí la noche de Buenos Ailes, Caminito, El viejo Almacén, todas esos
lugales que me contaba mi viejo allá en
Nagasaki, ¡Qué te voy a contal a vos!, que me paseaste por todos los cabalutes.
Si fuiste vos el que me llevó al “Última
Culda” donde tlabajaba Glisel. ¡Mi glisel!.
—El
Cabaret de Graciela querrás decir. …
―Glisel, Goldo, Glisel, vos sabés bien que
pala mí siemple fue y sela Glisel, ¿Estamos? Sigo y no me intelumpas: Asi que
todas la noches telminaba en el cabalet, de Glisel, donde vos me dejabas. Yo
seguía la joda con ella, espelaba a que telminala el tulno y nos íbamos a su
depaltamentito en la calle Colientes , y después la seguía con whisky, faso,
algún estimulante para podel aguantal, que Viagla, que melca. Bueno la lógica…
--Si, no me digas nada, empezaste a estar
cada vez menos en la oficina y más con Grisel. Pero capo-ponja, si vos sos un tipo súper inteligente y te la
bancabas bárbaro, apenas tenías veinticuatro pirulos.
―Si Goldo, me la bancaba, y la piloteaba bálbalo,
hasta el corralito de Cavallo Agarro a
la Sony y le encanuto un plazo fijo de un tocazo de dólales ¿Y a que no sabés, Goldo, quien había dado la olden de hacel el plazo
fijo? Sí adivinaste, había sido yo. Así
que, esa no me la perdonalón Afuela. Caput,
Bye Bye. Sayonara, Decí que pol suelte tenía algunos papeles un poco
complometedoles y conseguí una buena indemnización. Alquilé un depaltamentito y
me la llevé a la Grisel a vivil conmigo.
—A
Graciela querrás decir
—No goldo. No jodas. Glisel. — y para que no me quede duda me canta -- “No te olvides de mi Glisel, Glisel”
Es inevitable no cagarme de risa ante el
canto del japonés. Por la cara no le gusta mucho mi reacción. Me pongo serio,
me la aguanto y le digo.
—¡Pero Kenji!, no me cantes ahora que el
chorizo me va a caer pesado. Aparte, yo siempre te dije que esa mina no te
convenía. Que te iba a fumar en pipa.
—Goldo, el amol no se fija en liesgos, y vos
sabés que yo estaba metejoneado a más no podel. Hasta el cogote, como dicen
ustedes.
―Si lo sé, pero yo te avisé. Seguro que te
cagó. –le digo mientras le lleno el vaso
con el borgoña.
—Bueno, cagal, lo que se dice cagal, más o menos, con la plata que tenía tilamos
unos cuantos meses, y no la pasamos tan mal. Glisel seguía labulando en el cabalet
y yo después de unas semanas salí a buscar labulo, pero la cosa estaba muy
complicada y mis lefelencias no me ayudaban. Estaba todo el día en casa y se me
empezó a quemal la cabeza. Vos sabés mi historia, goldo, mi viejo fue uno de
los pocos que sobrevivió a la bomba de Nagasaki, y yo, su hijo Kenji Tanaka, no
podía estar todo el día metido en el departamentito sin hacer nada.
―Y
no, Capo-ponja, vos no sos un tipo para eso.
―Pala cafishio no selvía, porque pala eso, no
tenés que quelel a la mina Goldo, y yo a mi Glisel la quelía con locula.
Entonces talde o templano, se dio lo que se tenía que dal: no me empecé a
bancal que Glisel, mi Glisel se acostala
con otros tipos, aunque sea por
tlabajo. Todos los días me quedaba en el cabalet hasta el ciele, y le espantaba
los clientes. Le hacía escenas de celos, discutía con ella, con los tipos, con
cualquiela. Al final el dueño, una
basula de tipo, una noche se paso de la laya, y le pegó, la dejó casi medio
muelta, así que como colesponde a un homble cuando atacan a su mujel, me fui a
casa, agale el sable samulai de mi familia y me lo llevé puesto de un solo
golpe. Le colté la cabeza de una, de un solo tajo, a él y a uno de sus
guardaespaldas. Nos fuimos con mi Glisel
un tiempo de Buenos Ailes, pero la guita se telminó, y el amol se acabó. Me
telminó denunciando para zafal de que la acusen como cómplice Decí que de mi época de la Sony me quedalon
algunos buenos contactos, así que un amigo, buen abogado, me defendió, tocó algunos contactos en la
Colte y listo. El sable no lo encontralón jamás, lo había hecho guita a un coleccionista y salió del país, y sin
alma homicida, la cosa era favorable pala mí. Del lado del mafioso dueño del
cabalet, no tenía problemas, nadie iba a decil nada, en ese ambiente el que
hable la boca es un buchón, vos sabés Goldo. Así que no había muchas pluebas
contra mí, sólo cilcunstanciales dijelon los jueces, Zafé.
―¡Qué
historia Kenji!
―Sí. Hasta en un momento pensé en hacelme el
Hala Kili,pala lespetal a mi familia, es lo que mi padle Akira hubiela hecho, pero se ve que ya hace
mucho que vivo en Algentina y la tladición ya no es tan fuelte. Eso, la
colectividad jamás me lo peldonó. No pueden aceptal que el hijo de Akira
Tanaka, sobreviviente de Nagasaki y de
familia de samuláis, no hubiera cumplido su código de honor.
―¿Y
entonces?
—Y nada, que quelés que hiciela Goldo,
despleciado por la colectividad por no matalme, sin honol, sin plata, y sin
Glisel. En Buenos Ailes ya no había mucho por hacel y me vine para aca, a Mal
del Plata, a vel que conseguía.
—Ahí
entraste a laburar con los Chinos.
—Sí, me costó un poco pero enganché, no son
tan jodidos y la voy llevando bastante
bien. Hasta estoy lecupelando de a poco la colección de discos de Tangos que
tuve que empeñal en la malaria.
—Si me acuerdo, una colección de discos de
tango que envidiaría más de un argentino Por algo vos, siempre fuiste un libro
abierto sobre el tango, Kenji.
―Sí, es cielto, viene
de familia, de mi padle, quizás su historia lo malco de alguna folma. El tango
en casa fue fundamental. Mi padle decía que era nuestro “shibui”, que el tango
es un “shibui canyengue”, y yo lo cleo totalmente
―Que
el tango es un ¿qué ?
―Shibui goldo. Quiere decir: “La apariencia
amarga de lo que es positivamente hermoso”. Eso, ni más ni menos.
―Mira vos, algo que es tan nuestro. Igual
quién iba a pensarlo Kenji, vos un
bocho, capo de la Sony, descendiente de samuráis y sobrevivientes de la
bomba. Laburando en Mar del Plata, en un
supermercado chino.
—Que
vas a hacer, así es la vida., después de todo, estoy olgulloso. Como mis
antepasados yo también soy un sobleviviente, y vivo mi Shibui. Algentina es una
bomba A, pero la tilan todos los días.
Pago y salimos hacia
la avenida Juan B. Justo. Está nublado garua, tristeza, hasta el cielo se ha
puesto a llorar.