METAMORFOSIS INVERSA
Yo era un gusano. Un vil y
repugnante gusano. Egoísta, envidioso, vago, vicioso, mentiroso, una porquería
de tipo. Como dice esa canción mexicana: Una rata con dos patas. A través de
los años, con mucho esfuerzo, pude convertirme en un tipo solidario, paciente, tranquilo,
trabajador. Buen tipo. Una transformación,
como en el cuento de Kafka, pero al revés, porque mi metamorfosis no era
física. Era interna. Era de espíritu, de alma. No sé cómo se dio el proceso,
supongo que de a poco, naturalmente. Pero
no estaba completo, aún quedaban algunos restos de ese hombre, de ese gusano, que habitaba dentro de mí. Por esa razón esta mañana me levanté y al mirarme al espejo no
pude evitar sentir asco, un profundo
asco. Sin otra opción, decidí terminar el proceso de cambio, matar en forma
definitiva al gusano interior. Fui al
garaje, encontré un frasco de insecticida que sirve perfectamente para mis
planes. Ahora que acabo de tomarlo todo, sólo me queda esperar que
el gusano se muera.
EVOLUCIÓN
Solo
a las mujeres fértiles y a sus hermanos les damos permiso para salir a la
superficie. Luego de algunos minutos,
expuestos al sol, deben volver a entrar a sus claustros subterráneos, húmedos y
oscuros para procrear. La exposición solar permite consolidar las mutaciones,
logradas después de siglos de manipulación genética. Con el tiempo ya no hará
falta el sol. Tampoco los hermanos. Solo seremos nosotros, con todo el planeta
a nuestro alcance.
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