Oscar R. Ruiz

(en algún lugar tengo que poner y mostrar lo que escribo. Hasta ahora, no encontré uno mejor que éste)

El blog de Oscar Ruiz

7/4/13

El Relato del Mes : ABRIL

No estaba previsto que apreciera este mes. Quizas, seguramente seria subido al blog más adelante. Pero se lo gano por merito propio. Hoy domingo 07 lo publicaron en el suplemento de Cultura del Diario La Capital de nuestra ciudad. De modo que, para el que no pudo leerlo, aca se los dejo


DOMINGO EN EL PEPIRÍ GUAZÚ


Fue sólo una broma, nada más, una broma. 

Estábamos aburridos los dos, el Toto y yo. El molino no seca yerba los domingos, de manera que no teníamos que ir a cosechar. Habíamos terminado de comer y tomarnos un par de cervezas, nada del otro mundo. No teníamos nada que hacer. Los domingos en el pueblo no se puede hacer nada, y menos  a la hora de la siesta, mucho calor, no anda nadie, así que nos fuimos  a pescar al Pepirí. 

Que aunque no pescáramos nada, por lo menos nos pegábamos un chapuzón y nos refrescábamos. Como hacíamos algunas tardes después del trabajo. Nada más. Un ratito, nos tirábamos al rio, un par de veces y listo. A  la hora del Fernet  estábamos en el pueblo de  vuelta. 

 Bueno, así fue. Agarramos las bicicletas y nos fuimos donde siempre, al recodo del Pepirí,  donde está la barranca de los guatambú  porque  el río en ese tramo en más angosto pero más profundo, y siempre hay algo de pique. Por ahí teníamos suerte y nos veníamos con algún dorado, para comer a la noche.

El Toto armaba las cañas y los aparejos, yo buscaba los plomos y encarnaba unos trozos de  bagre amarillo en los anzuelos. Estábamos en eso, tranquilos, ¿vio?, cuando justo,  se tuvo que aparecer la Juana.

Sí, comisario, la Juana  Morales, la misma. Si nadie la llamó… Si nosotros no queríamos verla. Si no, la hubiéramos invitado a que venga a bañarse con nosotros, pero no, no la invitamos. 

El Toto sí la hubiera invitado, y con ganas. Que estaba recaliente con ella... Y ella con él también.  Pero no la invitamos, ella se tuvo que aparecer, solita,  del otro lado del río,  en la otra orilla y hacía como que no nos veía. ¡Qué no nos va a ver! Si el río ahí es angosto y no hay tantos árboles. Por más que el Pepirí sea ancho, esa es la parte más angosta y se ve muy bien de una orilla a otra. Y no había nadie,  sólo estábamos nosotros de un  lado y la Juana del otro.  

La Juana llegó, y  empezó a sacarse el vestido para meterse en el agua. Y sabía muy bien que nosotros la estábamos mirando. Como no va a saberlo, si la atorranta nos veía, seguro que nos veía, porque nosotros no estábamos escondidos, para nada, y ella sabía muy bien que no la podíamos alcanzar, que el río está profundo en esa parte, sabe comisario, y la tipa se saca la ropa despacio y se quedó en bombacha y corpiño nada más, y ya para esa altura el Toto y yo estábamos al palo, cómo no íbamos a estarlo si la Juana está más buena que el queso de cabra con cayote,  y entonces  ¿sabe lo qué hizo, comisario ? ¡¿Sabe lo qué hizo?!  Se dio vuelta, nos dio la espalda, así como estaba en bombacha y corpiño y despacito, muy despacito  se desabrochó el corpiño, después dobló el vestido, y bien doblado lo apoyó en  el pasto, pero no dobló las rodillas para agacharse, no, eso lo haría cualquiera. Ella, dejó las piernas duras y dobló sólo la parte de arriba, hacia el suelo. Quedó con el culito parado apuntándonos al Toto y a mí, en bombacha. Y después, sabe qué hizo después. Se dio vuelta. ¡Se dio vuelta! y nos mostró las tetas, así nomás,  para después meterse en  el agua. Pero no lo hizo de un golpe, como nos tiramos todos, no. Se metió despacito, mientras nosotros dos la mirábamos y ella sabía muy bien que la estábamos mirando.

Así que, ahí nomás  le dije al Toto  

Vamos Toto.  Esa turra te está buscando. 

—¿Y? ¡Qué querés que hagamos!

—¿Cómo qué quiero que hagamos? Vamos, crucemos el río  –yo sabía muy bien el miedo que el Toto le tiene al agua, casi tanto como las ganas que le tenía a la Juana.

Pará , pará  me dijo  ,que acá el río es muy profundo y con lo que llovió, se viene con mucha agua desde arriba, de los arroyos. Mirá la correntada que tiene.

Qué carajo me importa Toto. Yo me largo y lo cruzo. No podemos quedar como pelotudos, no ves que nos está buscando. No te das cuenta que te está buscando a vos, porque a mí no me pasa ni cinco de bola. Es con vos la cosa.

Qué me va a estar buscando. No me bolacees .

Te digo que sí, pelotudo.  Dale. Yo me tiro. Tiráte, Toto

No,  esperá

No espero nada.

Y me tiré nomás, hice unas brazadas  y desde el agua le seguía dando manija al Toto.  

Dale cagón, tiráte

No es por eso gil, tengo frío

Sos un cagón Toto, sos un cagón. Qué mierda vas a tener frio. Al final a la Juana me la voy a coger yo,  y vos te la perdés. Te vas a quedar mirando. Gil.

            Ahí se puso como loco y no sé de dónde sacó fuerzas para animarse, pero se tiró nomás. No me dio tiempo a nada. Yo había llegado casi a la mitad del río, donde la correntada era realmente fuerte. El Toto, había avanzado unos metros como pudo, a lo perrito, porque con el miedo al agua nunca había aprendido a nadar bien.  Para cuando llegó a donde estaba la parte más profunda, ya se había cansado,  por bracear mal y respirar peor. Estaba tratando de flotar como podía. Yo casi estaba llegando a la otra orilla cuando lo vi y  pegue la vuelta para agarrarlo  y llevarlo conmigo. No me dio tiempo, se entró a desesperar, y se lo empezó a llevar la correntada,  yo no sé si se acalambró, se asustó o qué,  pero empezó a mover los brazos en forma desesperada, la corriente se lo llevaba y el Toto se ponía duro y le hacía resistencia al agua. Abría la boca, como un dorado peleando por su vida  y tragaba tanto aire como agua. Yo le gritaba que se calme, que se afloje que  deje que la correntada lo lleve para la orilla, o que nade cruzado para salir del medio, pero nada.  No me escuchaba, subía y bajaba del agua  cada vez más rápido, cada vez mas seguido. Me pedía ayuda a grito puro.

            En un momento no lo vi más, se sumergió, hasta que vi que sacó la cabeza afuera del agua.  Nadé con todas mis fuerzas para alcanzarlo, pero la corriente era fuerte y me lo alejaba cada vez más. De pronto se hundió y a los pocos segundos volvió a sacar la cabeza afuera. Así se hundió tres veces más y tres veces más salió a flote. En la cuarta sumergida no lo vi más. Lo perdí. No salió más. Se lo llevó el Pepirí.

            No sé para qué mierda tuvo que venir la Juana Morales, comisario, no sé para qué mierda. Si estábamos tan bien pescando nomás.

 Le digo que yo no quería, comisario. Le juro que yo no quería que el Toto se tire,  solo quería saber si era capaz de hacerlo.

Oscar Ruiz




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