ENERO 2013
Camino. Algunos días.
Sólo camino.
Sólo algunos días.
Como hoy.
Es una
necesidad imperiosa, urgente, casi visceral la que me domina. Y al caminar siento
que el movimiento de mis piernas, me
alivia. Un paso tras otro, un pie tras otro. Sentir en el suelo
la planta de los pies, sentir el
suelo en la planta de los pies. Es una conexión básica para mí.
La urgencia,
como toda urgencia me viene de repente en forma y lugares inesperados casi
compulsiva. Sólo atino a sacarme los
zapatos y las medias y arrancar. No importa si estoy en una reunión de
directorio, en la sala de espera del
dentista o en el brindis de fin de año. Sólo
tomo los zapatos en mi mano y empiezo a mover mis pies, uno tras otro, uno
delante del otro. Eso es alivio. Sentir el frío mosaico, el cemento de las
calles, las imperfecciones de las
veredas, las pequeñas piedras.
Camino y mi mente divaga en nada, o en todo.
Mientras los músculos de mis piernas se tensan y sostienen mi cuerpo.
En una época
mi obsesión era tal, que compré
y leí todos los manuales y libros, que detallaran el proceso físico de
caminar y estuvieran a mi alcance. Aprendí tanto como un estudiante de medicina
avanzado. Descubrí perfectamente las
ventajas de caminar como entrenamiento cardiovascular, el manejo
del pie en las fases de contacto y de balanceo
para que el cuerpo soporte las tensiones adecuadas, el cuidado de los músculos
isquiotibiales, cuádriceps, gemelos, tibial anterior y psoas; los glúteos, así
como los estabilizadores de la cadera (abdominales, lumbares). La
importancia del braceo que
mantiene la postura por medio del trabajo del deltoides, bíceps y
tríceps. Por supuesto no podemos olvidar el músculo más importante de
todos: el corazón.
Está
demostrado que el corazón de una persona que camina de forma habitual es mucho más fuerte que el
de una persona sedentaria. Las paredes ganan grosor y los ventrículos
aumentan su tamaño de manera que, con cada latido, nuestro mismo corazón puede bombear
más sangre y, en consecuencia, el pulso en reposo baja considerablemente. Finalmente, caminar exige una demanda de oxígeno mucho mayor que
la que necesita una persona en reposo, y
ésto hace que el músculo del diafragma
trabaje como un resorte empujando a los pulmones y relajando los músculos interscostales .
Pero
ésto es ciencia. La realidad es que la maravilla del cuerpo humano ejecuta los
movimientos total y absolutamente inconsciente de su magia y divinidad Y la
sangre va y viene por mis venas y
arterias. Hasta la puedo sentir fluir. Siento
que mi sangre llega hasta los talones y
desde allí pega en el suelo con la fuerza necesaria para rebotar hacia el
corazón y sigue hacia el cerebro una y otra vez, una y otra vez. Una y otra
vez.
Camino
solo. Siempre. En silencio, porque mi necesidad no es hablar o conocer gente,
mi necesidad es caminar, algo tan simple, pero difícil de entender por algunas
personas. Siempre es difícil entender la necesidad del otro.
Algunas
veces camino hacia el Norte, otras me dirijo al Sur, nunca hay un rumbo definido,
un itinerario fijo, porque éso no importa, el destino, digo. Lo que importa es
caminar, Simplemente caminar. Algunas veces camino tanto, que sólo tomo
conciencia y me detengo cuando veo mis pies sangrando. A veces desaparezco durante días. Mis afectos
ya saben, por lo tanto no se alarman, simplemente esperan mi regreso. Y cuando regreso siempre, siempre soy diferente. Como si el exceso de oxígeno que incorporé a
mi cuerpo y a mi cerebro, me hiciera más lúcido, más inteligente. Me iluminara
el pensamiento. Me convirtiera en otro.
Porque siempre cuando estoy volviendo, alguien
me reconoce en algún lugar de la ciudad, y me llama o me saluda, pero me cambia
el nombre. No sé por qué razón la gente parecería que se confunde. Yo al principio
les decía que no me llamaba así. Que ese no era mi nombre. ¡Señor usted está
confundido con otro!. Pero la verdad es que ahora me cansé de corregirlos, porque
siempre ellos me dicen: ¡Andá. Qué te vas a llamar Oscar, si te conozco de pibe
Eduardo! O Luis. O Roberto y no sé cuantos nombres más.
Con las
mujeres pasa igual. Me llevan a su casa, que dicen que es la mía o lo que es
peor “la nuestra”. Y algunas tienen chicos , que hasta me dicen Papá.
Siempre me
quedo algunos días con ellas, después me viene la urgencia y vuelvo a caminar.
De manera que
debe ser cierto. Debe ser así nomás,
digo, que me convierto en otro.