Oscar R. Ruiz

(en algún lugar tengo que poner y mostrar lo que escribo. Hasta ahora, no encontré uno mejor que éste)

El blog de Oscar Ruiz

6/12/15

MAREA NEGRA

La realidad suele ser un estimulo muy poderoso para generar historias. Que en un principio parecen mas exageradas, mas tremendas que la propia realidad.  Pero el tiempo, siempre  se encarga de poner las cosas en su correcta perspectiva .


MAREA  NEGRA  

Los  primeros cuerpos que llegan a las playas son los de los viejos y los chicos. Llegan sobre el fin del verano.  Para ser más específico, los últimos días del mes de agosto.  Flotan.  Seres humanos   de tez negra o cetrina. Provienen de África o de Asia.  Hinchados, putrefactos, con la panza inflada; el cuerpo  mordido  y picoteado por  peces y  aves.  El mar los deposita mansamente en la arena tibia y blanca, para formar una composición  caprichosa  y macabra del taijitu, la forma más  conocida de representar el ying y el yang.
Todos llegan sin ojos.  Los cuencos profundos y vacíos. En ese hueco negro  habita  - para quien sepa leerlo - el horror  de su historia.
Que los primeros en morir fueron los viejos y los chicos  es algo absolutamente lógico; acorde a la evolución de las especies donde solo los más fuertes y capaces  sobreviven.  Aquellos  que  se pueden adaptar al medio, más rápido que los demás. 
Las autoridades sanitarias del municipio, proceden a levantar los cadáveres de la playa y darles sepultura  de acuerdo al rito  musulmán, religión mayoritaria en el país de origen de los muertos.
Después de la llegada  de los viejos y chicos, la marea  deja suavemente sobre la orilla  cuerpos  deformes de  hombres y  mujeres, con  todo el potencial  de su vida frustrado.  Vidas desperdiciadas inútilmente.  Cadáveres que flotan en un mar color negro.
Llegan las embarcaciones. Embarcaciones de todo tipo, precarias  e inestables. Atestadas  de tal manera de gente  que cuesta explicarse que no se hundan.  Se acercan hasta pocos metros de la orilla. Lo suficiente para que la gente desembarque,  tiran algún peso que hace las veces de ancla improvisada y se quedan en el mismo lugar un par de días, luego vuelven a su pais de origen a buscar más pasajeros.
Ante tal avalancha de cuerpos, acude en auxilio el Ministerio de salud, pero ellos también se ven desbordados, a tal punto que dejan de retirar los muertos de la playa. Quedan a merced de las fuerzas de la  naturaleza y las alimañas. El aire en las inmediaciones de la costa mutó el salitre por algo  tórrido y nauseabundo. 

Los recién llegados se instalan en la costa, compartiendo el lugar con los cadáveres de sus compatriotas. Deambulan sin sentido por la arena y las cuevas del lugar sin saber qué hacer. Como zombis, pero vivos,  sin animarse a dejar las playas; organizándose, tratando de sobrevivir como pueden, algo en lo que  ya tienen mucha experiencia.  Se dan cuenta de que pisan un continente donde su población está integrado mayoritariamente por ancianos y los jóvenes están adormecidos por el confort  y la comodidad.  Dejan las playas. Ya son miles.  Impera otra vez la ley más antigua de todas,  la ley de la evolución de las especies donde solo los más fuertes y capaces  sobreviven.