Oscar R. Ruiz

(en algún lugar tengo que poner y mostrar lo que escribo. Hasta ahora, no encontré uno mejor que éste)

El blog de Oscar Ruiz

20/9/15

TRES PUENTES

TRES  PUENTES

Ricardo Urzi empezó a tener la idea de cruzar el tercer puente aproximadamente a la edad  de  veinte  años. Demasiado joven para cruzarlo, le decían todos, ¿para que cruzarlo ahora?, ya llegara el momento. Pero Ricardo no entendía como los demás podían seguir viviendo como si nada, como si el deseo reprimido de atravesar ese puente  y descubrir que había del otro lado no fuera lo suficientemente grande e intenso como para satisfacerlo.  Sus amigos, sus compañeros de trabajo y hasta la que,  en ese momento era su novia no entendían esa urgencia, ese hormigueo, el  exagerado impulso por saber que había al final del puente.  Esa misma curiosidad  que por un lado impulsaba a Ricardo,  al común de la gente de la ciudad le hacía  parecer mucho más alocada la idea.
Porque  los habitantes de Tres Puentes  saben que el tercer puente está allí, que lo pueden cruzar cuando quieran;  no tienen ni  apuro ni curiosidad.
Y los puentes en “Tres Puentes” son imprescindibles. Fundada sobre la parte más larga y menos ancha  de la península, es una ciudad - gracias a  la fuerza de la geografía- por demás angosta.  Rodeada  tanto por derecha como por izquierda de acantilados profundos  que dan a un mar de aguas siempre tumultuosas, oscuras y heladas. Con una montaña en las espaldas del Norte impidiendo el paso, y marcando el límite geográfico con el país vecino,  no hay mucha más alternativa para la ciudad que crecer huyendo hacia el sur, y para eso es necesario sortear los riachos que bajan de la montaña con agua de deshielo y que terminan convirtiéndose en tres ríos para atravesar la ciudad,  de una manera caprichosa, dividiéndola en tres sectores claramente definidos,  a los que los lugareños llamaban barrio, cada uno de ellos separados y conectados por un puente.
Puentes que  - a decir verdad – son bastante diferentes entre sí, a pesar de estar construidos todos con piedra de la zona y poseer un estilo de arquitectura  romana.  
El primer puente es el más corto y ancho de los tres, no tiene pilotes ni barandas y su arco está construido con una dovela de piedra lo suficientemente  larga para cubrir el vano del  rio profundo pero angosto que corre tranquilamente por debajo de él.  Une el barrio más antiguo al que llaman “el primero”  -debido a que fue el barrio fundacional de la ciudad -   con el barrio “del medio”.   
El segundo  puente es más  largo, alto y abovedado que el primero, tiene un pilar en el medio, sobre los cuales están montadas las dovelas que encastran perfectamente entre si, y transmiten toda su carga a los apoyos;  permite ver, parado en uno de los extremos, el otro lado, Tiene  una baranda pequeña, también construida de piedra.   Por debajo de él corre un rio ancho, caudaloso y con muchos rápidos.  
El tercero, el más importante, ubicado en el extremo sur  es  el más largo y ancho de los tres. Con una luz importante en sus arcos, y el punto medio de los mismos muy elevado, no permite alcanzar con la vista el otro extremo.  Está soportado por varios pilotes, los cuales  no se sabe a ciencia cierta  cuantos son, porque la gente de la ciudad lo cruza en contadas ocasiones, no para visitar parientes, hacer viajes de negocios o tomarse unas pequeñas vacaciones, sino para irse de la ciudad buscando otras suertes en algún lugar del país, por eso quienes cruzan, cualesquiera haya sido esa suerte,  no vuelven a Tres puentes,  ,  los lugareños pierden contacto con ellos,  por eso no se sabe  que hay más allá del puente.      
A los treinta  años, a pesar de consolidarse  laboral  y tener un futuro económico promisorio  -había logrado mudarse al barrio del medio, muy cerca del centro cívico  en la parte más importante de la ciudad –la necesidad de Ricardo por cruzar el tercer puente se había acrecentado. Buscaba  permanentemente algún contacto, alguna información de alguien que lo haya cruzado, sin respuesta alguna, hasta por supuesto Intentó un par de veces hacer el cruce, pero no pudo avanzar más allá de un par de pasos sobre el puente. A pesar de su curiosidad, y  hacer todo el esfuerzo de que era capaz,  las piernas se  agarrotaban y se convertían en dos columnas imposibles de mover. Ni siquiera llegaba cerca de la mitad del puente, como para por lo menos alcanzar a ver algo de lo que había en el extremo opuesto. Después de varios fracasos, abandonó  el intento, pero no las ganas.    
Poco antes de cumplir cuarenta  años, Ricardo,  se mudó con su esposa Lila, al barrio nuevo, el último de la ciudad y donde estaba ubicado el tercer puente.  Por un tiempo su curiosidad y necesidad por cruzarlo se calmó. Quizás debido a su reciente y estrenada paternidad: su primer hija  ocupaba todo su tiempo libre y sus expectativas.      
Con el nacimiento de la segunda hija, la sensación se apaciguó para  renovarse cuando nació el tercero.: su primer y único hijo varón.
En el cumpleaños de cincuenta, mientras brindaba rodeado de sus amigos y familiares que le cantaban el feliz cumpleaños, Ricardo pensó que había sobrepasado la mitad de su vida y aun no conocía lo que había del otro lado del puente y el tema volvió a instalarse nuevamente en su cabeza, pero esta vez con más fuerza, para confirmar lo que en su interior siempre sospechó: Que en realidad la inquietud  por saber que había del otro lado del puente,  no desapareció nunca, solo se adormeció en su mente para acurrucarse en su corazón, esperando el momento adecuado de volver a salir. Sintió en ese cumpleaños que estaba ahora tan cerca de poder cruzarlo como nunca antes , solo necesitaba un pequeño empujón de su fuerza de voluntad, para hacerlo.

No fue fácil, ese empujón que Ricardo necesitaba le llevo cuatro años más. Al fin un domingo muy temprano salió a caminar por el barrio, como le había recomendado su médico,  y de alguna manera consiente o inconsciente se encontró  frente al tercer puente. Estuvo de pie unos cuantos minutos mirando alternativamente para adelante y hacia atrás, hasta que decidido puso el pie en la primer piedra del puente y comenzó a caminar, pero esta vez no se detuvo hasta cruzarlo completamente .