- Mandala 1 -
Miro
el reloj y descubro que las doce del
mediodía quedaron cuarenta minutos atrás. Apenas me quedan veinte para almorzar y el
ascensor a esta hora está colapsado. No tengo más remedio que lanzarme por las escaleras hacia
la planta baja. Apurado, compro una
manzana en “El Altiplano”, (la verdulería de al lado de la oficina) , y con resistencia le entrego al boliviano que
me atiende mis últimos cinco mangossueldo. Ante lo evidente de mi gesto, me dice cómo para qué me sienta
mejor: “Acá vendemos las mejores
manzanas de la ciudad”.
Cruzo
la calle. Alcanzo a sentarme en el banco de la placita, (milagrosamente vacío).
El sol de agosto me da de lleno en la cara y me reconforta. Ahora sí, sentado, cómodo y famélico saco del bolsillo mi manzanalmuerzo, le doy un tarascón que me permite (en todo un
ejemplo de eficiencia) deglutirme, con
un solo bocado, la mitad. Dispuesto a
terminar el asunto, abro la boca
hasta que las comisuras me duelen, cuando asoma sobre la media manzana, primero, la cabeza
de un gusano e inmediatamente después el resto de su cuerpo. Me lleno de una natural sensación de
asco, instalándose en mi mente la cara
del bolivianoverdulero riéndose a más no poder.
Me siento profundamente estafado. Prometo fervorosamente no comprarle
nunca más nada, y además, bien fuerte
como para que me escuche del otro lado de la calle le grito a modo de venganza light:
¡Chorro hijo e´puta¡
Mientras
tanto el gusano, totalmente despreocupado y ajeno de mi reacción, se mueve por la
media manzana como se mueve cualquier gusano: Acerca el culo al cogote (o como quiera
que se llame el extremo trasero y delantero de los gusanos) en un movimiento de
repliegue, levantando el lomo como un fuelle con cada contracción. De color verde
claro, ojos rojos, y repugnante, (no mucho ya que es chiquito y no tiene pelos). Apoyado en mi manzana, levanta la cabecita,
arruga los pliegues y me mira (por lo
menos, yo creo que me mira), le devuelvo la mirada, (pero la mía
lleva odio incluido), y como si me entendiera, le grito: ¡Gusano de mierda! Al instante doblo hacia dentro mi dedo índice, apoyo la uña sobre la yema del pulgar, para formar
un círculo y convertirlo en un gatillo,
que disparo con fuerza pegándole con la
uña de lleno en el culo (o como se llame el extremo trasero que tienen los gusanos). Sale
despedido de la manzana desafiando la ley de gravedad. Cae al piso. Se
recupera y sigue su rumbo en la plena ignorancia de que
su destino es encontrar alguna otra fruta o perecer de inanición.
Entretenido con el gusano no lo veo
venir al Túcu y ya lo tengo encima. Nada
que pueda hacer. —¡Tenés la guita!— Me increpa de una, directo como
siempre. Alcanzo a balbucear lo primero que se me ocurre —Eeeeee, siiiii, buenoooo, ahora no. Eeeeee, a la tarde. Hoy cobro.
El
Túcu, que solo laburó
levantando quiniela, se traga la mentira
a pesar que hoy es veintitrés. —¡A las
cinco estoy acá, y mejor que tengas la guita!
Se va. Me quedo con
media manzana mordida y un quilombo entero que no sé cómo arreglar: Le debo al Túcu mil
mangos desde hace más de un mes, (empecinado
en agarrar al veintiocho, que se niega a salir), no tengo un sope, mi crédito
está agotado en todos lados y encima no
se me ocurre nada.
¡Pienso!.Pienso! Vuelvo al laburo .Sigo
pensando. Morales me llama:
—¡Che
pendejo! anda al banco, pagaté esto y después archiva las boletas. ¡Apuráte que te cierra!
Me da las boletas de luz y gas de la
oficina y la plata. Me rajo de la oficina. En el ascensor rumbo a la planta
baja cuento la guita: Setecientos cincuenta pesos. Miro al cielo agradeciendo al de arriba y me la guardo en el bolsillo.
A las cinco estoy en la puerta del
trabajo. El Túcu ya está sentado en el banco de la placita, esperándome.
— ¡Trajiste la guita!
—Tomá, conseguí seiscientos. Achicá
la deuda. En dos días te doy lo que
falta—. Le paso la plata y agrego,
dándole otro billete : —Jugame estos
cien al veintiocho a la cabeza.
El Túcu empieza a juntar bronca. Los
ojos se le inyectan de sangre. Con cara
de odio me agarra, me mira fijo y me dice: ¡Gusano de mierda¡. Acto seguido me
pega un tremendo patadón, que me hace aterrizar despatarrado con toda mi
humanidad en el medio de la vereda de la placita. El Túcu se va llevándose consigo, los setecientos
mangos y la raya de mi culo pegado a la punta de su zapato.
Mientras me hago masajes en la parte
dolorida, veo como le pasa la plata al
capitalista. Un gordo que está con dos ursos en un Mercedes, estacionado en la
puerta de la verdulería. De repente bajan los ursos, lo agarran al Túcu
inmovilizándolo. Se baja el gordo. Cara
de odio. Ojos inyectados de sangre, y le dice: ¡Gusano de mierda¡ Ahí nomas le pone
al Túcu un tremendo patadón, que lo hace trastabillar, para terminar contra los
cajones de naranjas y manzanas de “El
Altiplano”. Las frutas por supuesto se desparraman por toda la vereda
hacia ambos lados y también hacia la calle, la mayoría son aplastadas por los
autos que circulan pero una manzana llega
rodando, intacta hasta el cordón de la vereda donde me encuentro. Entonces, como si nada hubiese pasado el gusanito
verde claro, hace un agujerito en la
manzana metiéndose en ella, se acerca el
bolivianoverdulero, la levanta y la pone
junto con las otras en el cajón para poder vendérsela al próximo cliente.
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[1] [1] La
palabra Mandala proviene del sánscrito, y significa Círculo Sagrado. Es un
símbolo sagrado de sanación, totalidad, unión, integración, el absoluto. Un
Mandala es básicamente un círculo, es la forma perfecta, y por ello representa
el símbolo del cosmos y de la eternidad. Representa la creación, el mundo,
Dios, el ser humano, la vida. Podríamos decir que todo en nuestra vida posee
las formas del círculo. Todos siguen una línea circular. Todo lo que nos rodea
tiene la forma de círculo.